Cerrar

Volver a la sección Blog

Hasta hace muy poco parecía que los edificios tenían que ser de calidad o sostenibles pero no siempre se había pensado que también debían ser saludables y que protegieran a las personas. La pandemia cambió muchas cosas y nos hizo apreciar cómo los espacios en los que vivimos o trabajamos impactan en nuestra salud. ¿Hay algo más importante para una persona que la salud? Construmat 2025 se preocupará de lo que debería ser una premisa en la edificación de cara a una vida mejor.

Y es que pasamos más de un 90% de nuestro tiempo dentro de los edificios y en el entorno construido desarrollamos nuestra vida, nuestras actividades. No sólo son un espacio físico, también tienen una influencia directa y muy importante en nuestra salud. Espacios que repercuten en nuestro bienestar y por tanto las viviendas deben ser necesariamente dignas, asequibles, de calidad y … saludables.

Mayor conciencia en espacios que piensan en el bienestar

El interés y la consciencia sobre estos aspectos es creciente. Según el primer ‘Informe sobre la construcción en España: datos y tendencias online’, realizado por Facttory en noviembre de 2024, las búsquedas online sobre construcción saludable se han incrementado un 156%. Asimismo, el estudio proyecta un crecimiento adicional del 1,6% en 2024, lo que demuestra un interés creciente por entornos que fomentan la salud y el bienestar. Así, por ejemplo, entre los profesionales del sector, el 29,50% se siente atraído por edificaciones que priorizan la salud, cifra que se eleva al 47,10% cuando hablamos de construcción sostenible.

El caso es que, ante el aumento de las enfermedades de origen medioambiental (se calcula que alrededor de un 25% de la carga global de las afecciones se puede atribuir a factores ambientales), cada vez más personas buscan vivir en espacios que cuidan la salud. Se está evolucionando hacia un enfoque holístico que va más allá de la estética y la funcionalidad, que piensa en el bienestar en la construcción, en un diseño arquitectónico que beneficie nuestra salud física, emocional y mental. Espacios bien construidos, que no sólo reduzcan las emisiones de CO2 y el consumo energético, sino que nos aporten a sus usuarios mayor calidad de vida.

No desarrollamos, en esta ocasión, los aspectos que se refieren a la arquitectura sanitaria enfocada al diseño de esas infraestructuras tan necesarias y vitales (centros de salud, clínicas, hospitales, laboratorios, etc.) destinadas a la atención de la salud, que además de dar servicio, también deben favorecer el bienestar de los pacientes y el personal médico.

Tal y como incide Informe País 2024: «AdaptAcción para una sociedad resiliente» del Green Building Council España (GBCE), la salud no sólo se refiere a la ausencia de enfermedades, sino a un ‘bienestar’ que incluye aspectos físicos, mentales y sociales en igual importancia. Esto implica que las personas deben estar en un estado de equilibrio y bienestar en todas estas áreas para considerarse saludables.

Resulta por tanto imprescindible que los profesionales y agentes del sector del hábitat, la construcción y del sector sociosanitario colaboren y mantengan una escucha mutua, un diálogo enriquecedor, un intercambio de visiones y de conocimiento, que ponga el foco en lo más importante: las personas.

Esto supone avanzar en el concepto ’exposoma’, la ciencia que subraya la importancia de las exposiciones ambientales en la salud humana y que se utiliza para comprender cómo los factores externos, combinados con la genética, pueden influir en el desarrollo de enfermedades. Este concepto está siendo ampliamente adoptado en diversos campos como la salud pública, la epigenética, la toxicología, la medicina y la salud ocupacional. Los estudios derivados de esta corriente están poniendo de manifiesto la relación entre el ambiente construido y la salud.

Problemas y soluciones para mejorar la salubridad de los espacios

Uno de los objetivos últimos debe ser el hecho de evitar el llamado ‘síndrome del edificio enfermo’ (SEE), detrás del cual están causas relacionadas con factores ambientales y de calidad del aire interior, como la mala ventilación, una humedad relativa descompensada (baja o alta), la acumulación de contaminantes en el aire (por ejemplo, compuestos orgánicos volátiles, moho, formaldehídos) o la exposición a campos electromagnéticos. Un motivo de responsabilidad de todo el sector.

La interacción entre el entorno construido y las personas que lo utilizamos nos lleva a cuidar aspectos como la disposición de las habitaciones, pasando por la elección de los materiales, la ventilación (la calidad del aire), la iluminación y hasta la conectividad con la naturaleza, asegurando la eficiencia energética, ámbitos que tienen un papel crucial en nuestra experiencia cotidiana y en nuestra salud en general.

Así, debemos tener en cuenta cuestiones como la instalación de láminas anti-radón o tender a aplicar pinturas naturales, fabricadas con ingredientes naturales, renovables y circulares, sin aditivos químicos bioacumulativos que afectan a los ecosistemas y a nuestra propia salud y que reducen las emisiones de compuestos orgánicos volátiles (COVs), que no plastifican las superficies, permitiendo la regulación de humedad del soporte y evitan la aparición de cargas electrostáticas.

Tampoco debemos olvidar que aún es necesario erradicar el amianto y sus consecuencias nocivas o reducir los antimicrobianos (también llamados antibacterianos o biocidas, sustancias químicas que se agregan a determinados productos para matar o inhibir el crecimiento de microbios), cuyo uso actual a gran volumen está provocando una contaminación generalizada del medio ambiente y la vida silvestre. Otro aspecto a mejorar, por parte de la industria, es la reformulación y procesos de fabricación de un material tan extendido y necesario en la construcción como el PVC así como su aditivación.

Pero también se debe acelerar la construcción industrializada que va a facilitar la ‘reutilización’ de las construcciones modulares tanto desde un punto de vista material como también desde energético y logístico. Esto significa que los materiales después del uso no se desperdiciarán, sino que serán recursos para un nuevo proyecto. La unidad se desmontará después del final de su uso y se volverá a ensamblar para otro empleo posterior con un enfoque de desperdicio cercano a cero. Este tipo de construcción, por tanto, está más arraigada al territorio al tener en cuenta y respetar los recursos naturales, las personas y los lugares donde se ubicará además de permitir albergar a diferentes grupos de personas vulnerables y con diferentes necesidades bien sean con problemas de salud, afectados por desastres naturales, o migrantes.

En definitiva, introducir criterios de salud en la construcción solo aporta ventajas: mayor valor, bienestar, adelantarse a las normativas que vendrán y una mayor rentabilidad.

¿Aún no nos sigues en Instagram?