Cualquier sector económico que -se sea consciente o no de ello- tenga un componente social genera tarde o temprano un debate sobre la naturaleza de su ocupación. Y la crisis ha forzado espacio suficiente en las agendas de mucha gente como para alimentarlo. Sucede, a menudo, que cuando alguien muy ocupado va otros a quien la sociedad ha dado previamente tiempo para pensar, elevarse sobre la vida cotidiana y plasmar estas reflexiones de forma más o menos críptica ya ha vuelto hace rato. Me refiero a los artistas, claro.
La mayoría de los debates en marcha en el mundo de la construcción tiene que ver con la naturaleza de las palabras. Nada extraño: pensamos con ellas. Así que sacar a colación a un escritor puede no resultar absurdo del todo. David Foster Wallace, en el ensayo E Unibus Pluram: Televisión y narrativa norteamericana (1) nos habla de un debate sobre la vigencia de una obra literaria producido en una clase de literatura avanzada de una universidad en la costa Este de los Estados Unidos en algún momento de la segunda mitad de los ochenta. El profesor, un escritor de prestigio que no se cita, apuesta por una literatura lo más universal y atemporal posible. Para conseguirla, los anima a contextualizar sus escritos con elementos que siempre han sido actuales y previsiblemente siempre lo serán: coches, teléfonos, televisores: los elementos que configuran el paisaje cotidiano de la sociedad americana. Los alumnos le replican rápidamente que esta elección es circunstancial, y que estos elementos retratan la época actual, ninguna otra. Que no pueden ser universales. Cuando el profesor se defiende, los alumnos se dedican a abrir la perspectiva temporal hasta que uno de ellos le pregunta cuál es la postura de una literatura con vocación universal y atemporal ante la deriva continental.
El mundo de la construcción soporta actualmente un tipo de reflexión parecida. La ola pre-crisis generó un paradigma, que apenas se está empezando a romper, en el cual una serie de soluciones convencionales a todos los niveles y escalas (desde la concepción de las estructuras a los acabados) se estandarizaron como vía para resolver casi todas las construcciones existentes, sin que nadie se parase a pensar demasiado en si eran o no las más adecuadas: el ciclo económico las imponía y se debía usar forzosamente. Y, como Orwell postulaba en 1984, parece que esto siempre haya sido así. El pasado se ha rehecho para encajar con esta teoría, legitimada como si las cosas no pudiesen funcionar de otro modo. La flexibilidad de los métodos constructivos no era un factor a considerar a priori desde el momento en que la propia dinámica (y el propio mercado) generada por la obra era tan importante económicamente, o más, que todo el resto de elementos que intervenían en la generación de un proyecto.
Introducir esta flexibilidad en la gestión de un proyecto de nueva planta (2) puede llevar a resultados como convertir una obra demasiado cara para ser terminada en los términos en los que fue planteada en un museo que active y recicle sus alrededores con fronteras porosas, que lo conviertan en una propuesta urbana en toda regla por un módulo metro cuadrado varias veces inferior al edificio original, como es el caso del Museo del Clima de Lérida (3), obra de Toni Gironès, o abaratar el precio de edificios de vivienda muy por debajo de su módulo convencional, como es el caso de la cooperativa de viviendas la Borda. Actualmente, existen en el mercado empresas capaces de convertir la estructura de soporte de los paneles de cartón-yeso que forman la distribución de un edificio de viviendas en la estructura portante del conjunto, legitimando por el camino soluciones de fachada (como fachadas ventiladas en seco con piezas de formato más o menos grande en diversos materiales) que en otros sistemas constructivos son sólo una opción que puede ser desestimada con relativa facilidad: la flexibilidad a la hora de abordar un proyecto es independiente de su naturaleza.
Una de las derivadas principales del paradigma de la construcción convencional es el trazado de una frontera muy marcada entre el mundo de la construcción de nueva planta y el mundo de la rehabilitación.
Esta frontera es, en realidad, difusa, porosa y de nueva creación. Tan fácil resulta consolidarla como reabsorberla y pensar, analizando casi todas las épocas previas de la historia, que ni existe ni ha existido nunca. Cualquier obra de nueva planta se convierte, una vez entregada, en pasado y tiene la capacidad de integrarse más o menos y de generar más o menos ciudad y estructura urbana. Se convierte en generadora de vivencias e historias y en fuente de anécdotas. Su eventual calidad arquitectónica la convertirá en un objeto digno de ser conservado o valorado en alguna medida (4).
Se empieza a hablar de rehabilitación cuando el edificio en cuestión tiene algún valor digno de ser preservado y, por tanto, entran en dicha preservación criterios conservacionistas que pueden, o no, tener sentido. Incluso este tipo de rehabilitación da margen a proyectos arquitectónicos de gran valor, como ha demostrado el equipo londinense Caruso St. John al intervenir en un entorno tan sensible, delicado y connotado como la Casa-Museo del arquitecto Sir John Soane, donde unos muebles cuidadosamente diseñados para pasar desapercibidos activan tres nuevas salas (5) hasta ahora cerradas a las visitas: la rehabilitación conservacionista, arqueológica, se hermana con la arquitectura de autor más pura y dura. Otros estudios como el de Richard Rogers (casa Holly Frindle de Berthold Lubetkin, un caso interesante porque interviene sobre patrimonio racionalista (6)) o Herzog & de Meuron (Armory Club en Nueva York (7)), han demostrado exactamente lo mismo.
Estas intervenciones tan delicadas y extremas no suelen ser la norma, sino la excepción. Normalmente, la frontera entre la rehabilitación y la obra nueva es más porosa y difícil de enunciar. Usualmente se traduce en una sensibilidad hacia lo existente (contexto, entorno construido, materiales) que enriquece enormemente proyectos que podrían ser de nueva planta, completamente descontextualizados de la historia: la rehabilitación, pues, puede ser una opción que active y enriquezca los proyectos de nueva planta.
Dos ejemplos
El primero de ellos es el nuevo espacio público que Vora Arquitectura ha construido para valorar el entorno de una obra también situada en la frontera de lo que es rehabilitación y lo que no: la transformación del Mercado del Borne de Barcelona en memorial (8). Este espacio público es una obra de nueva planta que, esencialmente, aplana los alrededores del mercado y los convierte en una explanada que, según la proporción de la caja urbana, puede convertirse en calle, en plaza o en un espacio híbrido entre estas dos tipologías. Es un espacio público que no tiene precedentes históricos en el lugar, nuevo, concebido desde cero. Este espacio se activa mediante el dibujo de la distribución de las calles del Barrio de la Ribera, un trazado que continúa dentro del propio mercado. El dibujo está hecho con los adoquines presentes en el lugar, reusados, dotados de una nueva vida y de una nueva textura mediante el recurso sencillo de ser recolocados invertidos: Vora Arquitectura se ha permitido el lujo de usar la historia con sensibilidad suficiente como para haber puesto el contador de la historia propia de esta construcción a cero de modo que pueda dignificarse mediante su propio envejecimiento.
El segundo de ellos es un espacio natural: la rehabilitación medioambiental de los márgenes del río Llobregat (9), del estudio Batlle i Roig. La rehabilitación en cuestión es valiente e incluso agresiva respecto de un estado inicial del cauce de un río desnaturalizado, degradado, convertido en un corredor de agua abandonado por donde existía una vegetación circunstancial crecida y exuberante que poco tenía que ver con la propia del lugar: plantas parásitas producto de mil historias para colonizar el lecho de un Llobregat enderezado por mil obras civiles superpuestas a las que el agua siempre había estorbado.
Rehabilitación significa, en este caso, dirigirse hacia delante mirando atrás. El curso meandriforme del río se recupera, aunque no es el curso meandriforme original, sino el que los arquitectos han negociado con las circunstancias y con los diversos expertos ambientalistas que los han asesorado. El curso del río no se recrece, ni quiere ser otra cosa que lo que es: un río mediterráneo de relativamente poco caudal que ofrece enormes posibilidades biológicas que, por otro lado, se han debido negociar según, de nuevo, las circunstancias presentes en cada tramo: huertos (artificiales), vegetación no autóctona difícil de erradicar (cañas de río), infraestructuras metropolitanas presentes, etcétera.
Actualmente, el lugar se ha convertido en el espacio urbano más importante de los municipios que cruza, casi en una subcomarca, en un lugar de relación, en un corredor biológico importantísimo para el Área Metropolitana de Barcelona, y, en un futuro, en un productor importante de economía limpia: alimento y energía. Rehabilitar ha significado, en este caso, recrear en el sentido literal de la expresión (re-crear: volver a crear) algo muy parecido a lo que había hace siglos y adaptarlo a las nuevas circunstancias. Sin miedo. Rehabilitar, aquí, ha sido una actitud valiente, nada conservacionista. Una actitud que es perfectamente extrapolable a otros tipos de intervenciones y obras, ni sólo en espacios públicos sino en edificio de todas las escalas.
La ausencia de adjetivos en el mundo de la construcción y la nueva sensibilidad que esto puede arrastrar puede llevar a todos los agentes que intervienen (arquitectos, técnicos y empresas) a una estructura organizativa más flexible y rica que puede constituir por sí misma un nicho de mercado importante: no se depende tanto del producto final como de un proceso, de una actitud, de un modo de hacer. De una sensibilidad. Y eso es imposible de copiar.
(1) Recopilada en el libro Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, editado por DeBolsillo.
(2) Recordemos a Foster Wallace: visto en perspectiva suficiente nada es de nueva planta. Nada puede ser nuevo. Siempre los mismos átomos.
(3) Enlace al proyecto: http://www.tonigirones.com/ca/clima
(4) (1) De nuevo esta frontera es tremendamente difusa. A menudo, para que suceda esto, tan sólo se necesita que aquella construcción tenga un tiempo determinado, o que se haya acabado convirtiendo en única por lo que sea: un barrio entero de viviendas de postguerra puede no tener valor. El último edificio que sobreviva a una reforma integral de este barrio lo va a tener con toda seguridad.
(5) Enlace al proyecto: http://www.carusostjohn.com/projects/sir-john-soanes-museum/
(6) Enlace a la ficha de catalogación de la casa: https://historicengland.org.uk/listing/the-list/list-entry/1321291
(7) Enlace al proyecto: http://www.archdaily.com/176436/park-avenue-armory-herzog-and-de-meuron
(8) Enlace al proyecto: http://www.vora.cat/ca/projecte/entorns-mercat-del-born
(9) Enlace al proyecto: http://www.batlleiroig.com/landscape/recuperacio-mediambiental-dels-marges-del-llobregat/