El olvido de las mujeres y sus aportes en la historia, en cualquier actividad y ámbito del conocimiento, puede suponer en principio una forma de descuido, de distracción, de indiferencia. Sin embargo el olvido es una contradicción en sí mismo, ya que aunque emerge como involuntario, es posible dar cuenta de aquello que se olvida y que hemos dejado atrás. Esta antinomia que supone el olvido de las mujeres no puede desligarse de las manipulaciones y dominaciones a las que la memoria se ve sometida por razón de las distintas formas de representación del pasado; una de ellas es la narración histórica.
Sabido es que la historiografía de la arquitectura no representa una excepción: un factor común hunde sus raíces mucho más allá del campo arquitectónico por lo que no basta con hacer un reconoci¬miento de las ausencias femeninas y las maneras de comunicar el pasado si no se lleva a cabo una profunda reflexión, histórica e interdisciplinar, sobre los mecanismos que han promovido y promueven tal discriminación. Reflexionar a partir de dos premisas irrefutables a la vez que inicialmente contradictorias puede ser un camino: la primera, que las mujeres han estado presentes en el diseño y construcción de las casas, equipamientos y ciudades desde épocas remotas; el segundo enunciado es la falta de referentes de arquitectas, hecho que ha estado vigente en todas las épocas y señaladamente desde el siglo XX en adelante, con la masificación editorial y la eclosión de los medios de comunicación y sus distintos soportes para la difusión de la arquitectura.
Si las mujeres han estado activas y presentes en todos los momentos históricamente decisivos de la cultura, ¿por qué se olvida a las mujeres arquitectas?, ¿por qué, como expresa Celia Amorós, no queda rastro de la entrada de las mujeres al espacio público, y se borran las huellas?, ¿por qué no se consolida en nuestro imaginario colectivo profesional la figura y las aportaciones de mujeres arquitectas con la misma fuerza y en igualdad de condiciones que las masculinas?. «La mitad de la inteligencia del planeta» ha sido subestimada al erigirse la creencia de que las arquitectas no formaron parte de la historia arquitectónica o de que sus contribuciones no han sido lo suficientemente destacables para ser publicadas; o en los casos en que sí han sido consideradas, se asume que ocuparon un rol secundario, de inspiradoras, colaboradoras y protagonistas de «artes menores».
Este escenario de ausencia de referentes femeninos será consecuencia principal de la identidad que la cultura arquitectónica ha construido y asignado a las mujeres en sus distintas prácticas y convenciones. Identidad que se refuerza y retroalimenta en las narrativas de exclusión que no son otra cosa que el resultado de la discriminación por género en tanto definición de roles y capacidades. Pero la exclusión en el relato no es la única práctica discriminatoria. Asociado a la lingüística, un lenguaje no sexista es aquel que no excluye, cierto, pero es aquel que tampoco oculta, subordina ni infravalora.
A su vez, estas narrativas excluyentes de las mujeres en la arquitectura no pueden disociarse de las narrativas de exaltación, es decir, de aquellos relatos en cuya matriz se halla la esencia de los aspectos que definen la masculinidad. Según Luis Bonino se descubren cuatro creencias básicas en dicha construcción: la autosuficiencia prestigiosa, la heroicidad belicosa, el respeto a la jerarquía y la superioridad sobre las mujeres y la oposición a ellas. En la elaboración de los relatos arquitectónicos estará implícita entonces la representación histórica que se ha hecho de las mujeres como diferentes del «hombre». En este sentido Rosi Braidotti señala la paradoja que se observa en el hecho de que las mujeres sean definidas por otros, ya que terminan por ser definidas como «otros»: «son representadas como diferentes del Hombre y a esta diferencia se le da un valor negativo». Esta diferencia constituirá un rasgo de inferioridad que, como expresa la autora, se asume como normativo dentro de los argumentos de la misoginia presente en nuestra cultura.
En este sentido el análisis de los textos fundamentales del siglo XX prueba que la discriminación también se halla en las formas de producir y trabajar ya que se reconoce el trabajo individual por sobre el del equipo dificultando aún más la presencia de las mujeres en los textos. Abundan las narrativas sobre edificios o planes urbanísticos emblemáticos a los que se les asigna una autoría única. Algunos ejemplos son la Unité d’habitation de Marseille, donde Charlotte Perriand y Blanche Lemco fueron responsables del diseño de la cocina y la zona de juegos y guardería de la cubierta respectivamente, la coautoría como la de Anne Tyng en obras como la City Tower. o los trabajos de gran responsabilidad que Jane Drew o Urmila Eulie Chowdhury llevaron a cabo en la ciudad de Chandigarh.
Tampoco han tenido reconocimiento disciplinar ni mediático otras áreas del desempeño profesional más allá de la obra construida o el proyecto –como el urbanismo, paisajismo, diseño, estructura, historia, teoría, crítica, enseñanza, etc.– y aún menos si no provienen de países centrales occidente. Incluso formando parte de un círculo privilegiado y en el polo de los cambios de la modernidad, el trabajo polifacético que desempeñó Lilly Reich, cofundadora de la Deutscher Werkbund y su directora entre 1922 y 1926, profesora de la Bauhaus de Berlín y Dessau y coautora del pabellón de Barcelona y la casa Tugendhat, es uno de los grandes olvidados en los relatos históricos. O contribuciones en el ámbito de la planificación urbana, como el Plan Regulador de Ámsterdam atribuido solo a Van Eesteren y omitiendo el trabajo de Jakoba Mulder; la ciudad de Canberra autoría adjudicada únicamente a Walter Griffin excluyendo a Marion Mahony; o Catherine Bauer quien es omitida sistemáticamente y su libro Modern Housing es citado en contados casos de manera periférica.
Varias de las profesionales que destacaron en la vanguardia arquitectónica de entreguerras fueron integrantes activas de los CIAM en sus distintas ediciones: Margarete Schutte-Lihotzky, cuya destacada trayectoria se remonta a los trabajos con Adolf Loos en la administración pública aportando innovación a la arquitectura doméstica y cuya labor fue esencial para el Proyecto Habitacional de Neues Frankfurt, autora de la cocina de Frankfurt, colaboradora y redactora de la Revista Das Neue Frankfurt (1926-1930), participó también junto a Lotte Stam Beese de los proyectos soviéticos en las Brigadas May; Helena Syrkusowa, arquitecta y profesora polaca, cofundadora del grupo Praesens (1925) vinculada fuertemente a los CIAM de los que fue vicepresidenta entre 1945 y 1954 fue una de las editoras de la Carta de Atenas (1933); Minnette De Silva, representante y pionera del Movimiento Moderno regional en Sri Lanka, diseñadora, editora y redactora de la revista Marg fue delegada por Ceylan e India en los CIAM hasta 1956; Sadie Speight quien recibe la medalla de plata del Royal Institute of British Architects en 1930 y fue coautora de la publicación Circle, un manifiesto del arte constructivista en 1937; Jane Drew destacada arquitecta británica cuyo trabajo internacional estaba enraizado con la economía el confort y la calidad ambiental, fue fundadora y promotora del Grupo de investigación M.A.R.S para difundir las ideas y prácticas del Movimiento Moderno en Gran Bretaña; o Jaqueline Tyrwhitt, urbanista británica, periodista, editora y educadora, fue clave en la red transnacional del periodo moderno de posguerra, teórica del diseño comunitario descentralizado, la arquitectura residencial y la reforma social, editó libros como Patrick Geddes in India (1947), Human Identity in the Urban Environment (1971) o las actas del VIII Congreso del CIAM. El corazón de la ciudad: por una vida más humana de la comunidad donde también escribió.
Todas ellas fueron protagonistas en grupos de reflexión e investigación en sus respectivos países e internacionalmente, compartieron con sus socios y colegas varones ámbitos de trabajo, experiencias y saberes y dejaron sentadas sus opiniones en proyectos, estatutos, artículos o publicaciones. Todas ellas aparecen y desaparecen de la historia de la arquitectura en la que prevalece y se reconoce una única manera en la acción y en los discursos estructuradores de géneros duales y excluyentes que no reconocen otras genealogías. Un sistema de valores que constituye la ideología dominante, ya sea de clase, étnica o de género que impone de este modo sus mecanismos, contextualiza, y obliga a la historia y en consecuencia a la historiografía.
Sin embargo existen y han existido reductos alternativos, de resistencia, de reivindicación, que se oponen a esa historia oficial y proclaman una historia inclusiva. En estos espacios se enmarcan los procesos de construcción y reconstrucción de la memoria colectiva, que es cambiante, está viva y es imprescindible para dar batalla al relato que se nos ha impuesto.
Sí, el olvido está lleno de memoria y sin ella estaremos condenadas al “eterno retorno”.
En este sentido el activismo feminista trabaja para sensibilizar, proteger e impulsar los derechos de los colectivos de mujeres. A partir de 2014 se percibe a nivel internacional un incremento de las publicaciones y encuestas sobre la situación de las mujeres en la profesión. Se propagaron también los blogs, las páginas web y la generación de redes, los coloquios, encuentros y congresos, se recuperaron las teorías críticas, biografías de arquitectas y diseñadoras escritas con anterioridad y también las acciones de muchos colectivos que venían trabajando en urbanismo feminista desde hacía ya décadas. En 2018 y lo que va de 2019 en arquitectura y en todas las profesiones la reivindicación se ha hecho evidente. Mujeres vinculadas a la arquitectura nos encontramos para compartir conocimiento, reflexionar, debatir, cuestionar y teorizar. También en las artes y la literatura se observan transformaciones en contenidos, acciones y reivindicaciones. En la calle y en los barrios. A nivel global y local. Estamos viviendo los años del feminismo… ¿La cuarta ola? Nuestro momento actual honra, recoge y aprende de las experiencias del pasado. Los feminismos han devenido inmensos, diversos y en algunos aspectos contradictorios. Las mujeres volvemos a re-conocemos como colectivo y valoramos nuestras diferencias; la multiculturalidad, la diferencia de clase y el contexto sociopolítico, circunstancias que nos separan a la vez que nos encuentran en una subjetividad comunitaria del yo femenino. Un contexto favorable para cambiar el punto de vista, para la problematización, la reinterpretación y la mirada consciente desde nuestro propio presente de cara a crear sistemas de valoración distintos a los tradicionalmente avalados.
El fomento de un pensamiento crítico requiere de la formulación de nuevas preguntas y una profunda reflexión que implique las esferas de lo personal a lo político, de lo doméstico a lo institucional y de lo local a lo global; sobre las diferencias sexuales y las oportunidades y amenazas que de estas derivan en la profesión; la urgencia de academizar la historia de las mujeres y consolidar una genealogía propia; así como la actualización de los conceptos de manejo y organización del poder, autoridad y legitimidad de las mujeres arquitectas.
Si la memoria supone recuperación, una contramemoria implicará desvelamiento, revisión y cambio de trayectoria. Revisar lo que nos ha venido dado y ahondar en todos aquellos antecedentes generadores de crítica surgidos en momentos de profundo cambio social, desde las propuestas constructivas y urbanas de arquitectas silenciadas a la extensa producción teórica feminista de los años setenta, por poner dos ejemplos. Solo así podremos reescribir una historia más amplia, justa e inclusiva y aspirar a un cambio de paradigma hacia la igualdad real.
Bibliografía
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Blogs y webs de referencia
International Archive of Women in Architecture (IAWA)
MoMoWo: Women’s creativity since the Modern Movement
Parlour – women, equity, architecture
Nota: “El olvido está lleno de memoria” es el título de un libro de poesía de Mario Benedetti publicado por Editorial Seix Barral en 1995.