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Gerardo Wadel, arquitecto y director de I+D/Calidad de La Casa por el Tejado

Hace cuatro años La Casa por el Tejado iniciaba su actividad empresarial como una iniciativa de mejora de los edificios del área central de Barcelona gracias a la transformación de terrados sin uso en áticos o casas en altura, aprovechando su volumen aún edificable. La operación permite, además, introducir mejoras en la seguridad, la estética y la accesibilidad de la finca.

Hoy, la empresa ha completado una decena de sobreelevaciones en Barcelona e iniciará en breve otras en Madrid, Pamplona y San Sebastián. Gracias a la voluntad de buscar colaboradores cualificados que conozcan la singularidad local, otras zonas de España, como Galicia y Andalucía, y del extranjero como París, Buenos Aires o Montevideo están intensificando su interés por poner en marcha una fórmula que pretende responder a demandas sostenibles tanto desde la óptica ambiental como desde la económica y la social. Solo en el Ensanche barcelonés, La Casa por el Tejado ha censado más de 1.500 edificios que no han agotado su superficie construible.

Gerardo Wadel, doctor arquitecto especializado en tecnología y producción del hábitat, es director de I+D/Calidad de La Casa por el Tejado, además de profesor e investigador de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura La Salle, de la Universidad Ramon Llull, responsable de formación de Green Building Council España y socio de la asesoría ambiental Societat Orgànica. Tal y como explica en esta entrevista, el concepto integral e integrador de La Casa por el Tejado puede ser una pieza fundamental en la rehabilitación energética del parque de viviendas.

¿El concepto de las denostadas remontas de la Barcelona del alcalde Porcioles está en el origen conceptual de La Casa por el Tejado?

Gerardo Wadel: Si, pero como algo a evitar, a no repetir. En los años 60 y 70, cuando se produce el fenómeno de las remontas en Barcelona con un alcalde en concreto, no existía democracia, de forma que como en otros muchos ámbitos cualquier opinión técnica o social contraria estaba silenciada. La situación es completamente diferente hoy en día. Los colegios profesionales son escuchados, existen servicios técnicos y patrimoniales del ayuntamiento, protocolos que regulan la participación de los ciudadanos, hay normativas sobre intervención en los edificios desde los puntos de vista funcional, estructural, social, patrimonial… Aquello se hizo sin ninguno de estos controles ni con esta participación, con los resultados que aún podemos ver. A día de hoy, nuestros proyectos se inician con un estudio de la fachada que tiene en cuenta la propia finca y las vecinas, de los colores, de los formatos, de los lenguajes, de la tradición, de la vinculación entre una construcción antigua y otra muy nueva, que entendemos es como se debe ampliar un edificio. Este proceso, desde la concepción inicial de los proyectistas hasta que pasa el filtro de todos los controles de la administración pública, se despliega durante no menos de un año. Es decir, no se trata de una decisión improvisada, ni una actitud irrespetuosa, sino que es una acción que encaja tanto en los requisitos de toda la normativa como en los procesos de salvaguarda y de consulta que se tienen que dar. Solo en términos patrimoniales, en muchos casos tenemos que dialogar con tres oficinas municipales diferentes. En definitiva, no tiene nada que ver con las remontas de los años 70. La capacidad de un edificio para ser sobreelevado, además, se tiene que demostrar en términos estructurales. Al mismo tiempo, la geometría con la cual se puede sobreelevar proviene de las relaciones entre la densidad, la profundidad edificable, la altura máxima, la penetración del sol y las condiciones de cornisa y elementos arquitectónicos de los edificios vecinos. Todo esto estaba ausente en las llamadas remontas. En ambos casos, el edificio crece, pero nosotros lo hacemos de manera completamente diferente.

En el mundo de la construcción y la vivienda conceptos como edificabilidad vacante o compra del derecho de vuelo no eran muy habituales hasta ahora…

G.W.: La edificabilidad vacante es la capacidad que tienen algunos edificios, sobre todo los construidos hace entre 80 y 120 años, para aumentar su superficie. Gracias a esta edificabilidad vacante, el edificio aún tiene capacidad de crecer, porque cuando se construyó no alcanzó el tope, que tiene que ver con el ancho de las calles y en el Ensanche de Barcelona con la formación de los corazones de manzana, que están volviendo a ser abiertos. Esto quiere decir que cuando se encuentra un edificio que no ha colmatado su superficie, su volumen puede crecer entre una y tres plantas, aunque excepcionalmente puede haber algún caso en el que pueda crecer algo más.

En cuanto al derecho de vuelo, está incluido en la mayoría de los códigos civiles y reconoce la capacidad de crecimiento en altura con una serie de condicionantes, por supuesto. Nosotros nos encontramos en muchos casos con instalaciones obsoletas que ocupan un espacio que por diferentes razones las personas no están utilizando. Son impedimentos para poderlo utilizar. Por ello, nuestra intención no es solo sobreelevar el edificio sino también, con el dinero con el que se adquiere el derecho de vuelo, se impulsa una rehabilitación de áreas comunes que le permite cumplir la normativa actual. En la cubierta proponemos, hasta donde podemos, establecer su carácter verde o de terraza-jardín, la forma en que pueda recoger energía solar y la generación de espacios para la relación. Verde, energía y espacio para las personas es lo que pretendemos impulsar en los nuevos terrados.

¿Cuál es el retrato robot del edificio que puede ser objeto de uno de sus proyectos?

G.W.: Tiene que contar con edificabilidad vacante. Y eso hace que si nos vamos muy hacia atrás, por ejemplo hacia el 1800, los edificios la tengan colmatada, porque están en zonas como los cascos históricos. Pasa algo parecido en los edificios de los años 50 en adelante. Por lo tanto hay una banda temporal que va entre los 80 y los 120 años. Pero además existen unas condiciones de tipo estructural. Una construcción nueva, con métodos convencionales, pesa unos 1.000 kg m². Nosotros trabajamos con construcciones industrializadas ligeras que pesan alrededor de 250 kg, por m², una cuarta parte. Aunque retiramos algo de peso al quitar diferentes elementos, el edificio y el suelo deben ser lo suficientemente resistentes como para permitir una operación de este tipo. Y así es como hemos encontrado algo más de 2.000 edificios en el Ensanche barcelonés con capacidad para sobreelevar, y más de 4.000 si contamos otras ciudades de España, aunque la capacidad estructural y el ajuste a las normativas requiere de un estudio pormenorizado posterior. En cualquier caso, llevamos una decena obras acabadas y solo en un caso ha sido necesario un trabajo estructural de elementos puntuales suplementarios de descarga en los pilares y la cimentación. Si se dan estas dos condiciones, la capacidad estructural y la habitabilidad remanentes, intentamos alcanzar el acuerdo con los propietarios.

¿Además de la innovación constructiva también existe una innovación en el concepto empresarial?

G.W.: En el origen de todo hay una tesis doctoral de Joan Artés, en elaboración, lo que supone una transferencia de conocimiento desde el mundo del académico al sector empresarial de la edificación. La iniciativa no proviene del sector inmobiliario, ni es un desarrollo financiero. Somos una empresa de arquitectos, aparejadores y técnicos de otros ámbitos, pero sobre todo de profesionales que estaremos toda nuestra vida en el sector de la edificación. A veces nos preguntan si somos una empresa promotora. La verdad es que no. Somos una empresa de servicios que gestiona proyectos. Somos la herencia de la transformación de un estudio de arquitectura que había hecho antes algunas sobreelevaciones en Barcelona y Mallorca, pero que no se había planteado nunca sistematizarlas y desarrollarlas con una estructura de empresa donde el trabajo se inicia con la detección de un edificio que se podría sobreelevar y acaba con la atención postventa. Lo que hacemos es generar proyectos e ir a buscar a los promotores, que son inversores, para poner en el mercado una oferta de viviendas en un país donde sobra vivienda. Mejor dicho, sobra en algunas zonas. En el centro de Barcelona escasea la oferta de vivienda, hay muy pocas. Y mucho menos nuevas, menos todavía en áticos, aún menos con terrazas y menos, si cabe, con algunas ventajas respecto a las condiciones mínimas de calidad que marca la normativa. Allí donde no hay vivienda, la ofrecemos con una calidad superior a lo que se podría llegar a encontrar. Esto es atractivo, tiene una venta rápida.

Nos dicen si somos constructores. La verdad es que tampoco. Contratamos a empresas constructoras. Arrancamos trabajando con alguien que hacía la construcción industrializada en taller y alguien que hacía la rehabilitación y preparación de la estructura que soporta los módulos industrializados en el inmueble. Ahora, esas dos figuras se reúnen en un mismo constructor. Externos son también los estudios de arquitectura con los que colaboramos, no menos de dieciséis en estos momentos; los expertos fiscales, nuestros asesores legales, o los expertos en eficiencia energética, project managers, calculistas estructurales y diseñadores de instalaciones. Todo este conjunto de técnicos externos tiene continuidad. Pretendemos generar trabajo entre los diferentes agentes del sector, trabajar con colaboradores con los que hemos construido una relación de confianza.

Joan Artés, arquitecto y fundador de La Casa por el Tejado

Se podría objetar que la incorporación de un nuevo volumen prefabricado en un edificio con un cierto valor patrimonial puede resultar contradictorio…

G.W.: Es un tema recurrente. En la última edición del festival 48h Open House Barcelona, muchos de los visitantes de nuestras obras nos plantearon dudas de este tipo. Les contestamos que el Código Técnico de la Edificación permite la construcción con diferentes materiales y con sistemas constructivos que aseguran los mismos estándares de calidad finales que con materiales más tradicionales, o superiores. Aviones, vehículos de altas prestaciones, telecomunicaciones… muchos elementos y objetos presentes en nuestra vida cotidiana se resuelven mediante construcción industrializada y de altísima calidad. En nuestro caso el uso de la construcción industrializada no es un capricho, sino que responde a la necesidad de realizar un proyecto en un edificio que ya está habitado, y que por tanto necesita reducir sus tiempos de producción para resultar atractivo en términos económicos. Se debe construir fuera de allí, molestar poco a los vecinos y, además, pesar lo mínimo. Pasa algo parecido con la innovación, que cobra sentido cuando persigue un objetivo y tiene una razón potente. No se trata de una moda.

En la pregunta aparece el término prefabricado. Nosotros preferimos hablar de industrialización porque por prefabricado la mayoría de la gente entiende un hecho repetitivo, con resultados más bien fríos, despersonalizados, poco adecuados al caso en particular, rígidos en su capacidad de adecuación. En el ámbito de la construcción prefabricada suele remitir a edificios no permanentes, por ejemplo a los llamados barracones escolares o a módulos de atención o venta provisional. Lo que nosotros hacemos se sitúa por encima de los estándares de código, es a medida, y proyecto a proyecto.

Y en cuanto a las mejoras o las ventajas medioambientales, ¿qué consigue una intervención de La Casa por el Tejado?

G.W.: Hay que tener en cuenta dos miradas. La primera la proyectamos sobre la ciudad y el territorio, mientras que la segunda hace referencia al ámbito del edificio y su transformación. Entre los años 1990 y 2005 la superficie ocupada del territorio de España creció un 43% respecto del total previo. Es decir, fue un incremento de casi la mitad de la ocupación de toda la historia hasta ese momento en sólo 15 años. Si intervenimos en el centro de la ciudad, estamos contribuyendo a no extender su mancha hacia suelo ecológicamente productivo, que quedará preservado. Se potencia además un modelo de ciudad mixta, que combina residencia y trabajo. Trabajamos sobre edificios e infraestructuras que ya existen. Por lo tanto estamos optimizando su uso y disminuyendo el impacto ambiental por unidad de servicio.

Veamos la mirada dentro del edificio. En un conjunto urbano en que menos del 10% del parque de viviendas cuenta con las calificaciones energéticas A y B estamos, aportamos, un tipo de vivienda con un impacto ambiental muy por debajo de la media de las que existen en la ciudad. Recordemos, además, que la sostenibilidad también ha de ser económica y social. En términos económicos, otorgamos ventajas a un inmueble que tiene dificultades de mantenimiento y que no cumple con las normas básicas de seguridad, comunicación o accesibilidad. Por lo tanto, estamos mejorando un patrimonio para que siga siendo habitado. Además, a nivel interno se añaden propietarios para el pago de los gastos comunitarios, mejorando los servicios y agregando otros, como el ascensor, lo que también es una prestación social, en el caso por ejemplo de gente mayor o con problemas de movilidad.

Incluso podremos añadir una tercera mirada, que hace referencia a la evolución que queremos seguir, un ámbito de investigación que estamos desarrollando ahora. En los proyectos que hemos realizado hasta el momento hemos incorporado mejoras como el aislamiento de las cubiertas, ahorros en iluminación y en algunos casos cambios de carpinterías o de los equipos de climatización. Tenemos que ir mucho más allá y ser agentes activos, junto a la administración pública y el sector privado, en el desarrollo de proyectos de rehabilitación energética potentes en el parque edificado, que respondan a los compromisos firmados y renovados por España en cuanto a reducción de gasto energético y de emisiones de gases de efecto invernadero y a aumento de energías renovables. En esta línea, estamos participando en algunos proyectos europeos, por ejemplo para dotar a unos de nuestras obras de una instalación fotovoltaica que cubrirá una serie de gastos energéticos del edificio existente. También estamos realizando un estudio que plantea cómo el dinero que se mueve en una operación de sobreelevación puede servir para acometer, con ayudas locales y europeas, la rehabilitación energética del edificio conforme a las estrategias planteadas para el parque edificado por el Ministerio de Fomento. Sin aportación de los propietarios. Técnicamente sabemos qué hay que hacer y económicamente, tenemos los recursos. Pero estamos mucho más rezagados en cómo ponernos de acuerdo y cómo gestionar estas operaciones.

El resultado es un ático smart, ¿qué es concretamente?

G.W.: Para nosotros tiene sentido si tomamos el concepto smart como un acrónimo en inglés (específico, mesurable, asignable, realista y planificado en el tiempo). ¿Respondemos con nuestros proyectos a ese acrónimo? Aunque pertenezco al departamento inconformista de la empresa, la respuesta es que sí. Aportamos un par de granitos de arena en algunos aspectos, pero todo el sector está avanzando e incorporando innovaciones de otros ámbitos, como podría ser el caso de la impresión 3D o el BIM. Por otra parte, investigamos en algunos temas de forma paralela, sin conexión directa con la producción, con la que luego se irán tendiendo puentes, cuando las innovaciones ya estén suficientemente elaboradas. Este fue el caso, por ejemplo, de la incorporación de los forjados de madera en sustitución de los forjados colaborantes de hormigón, con problemas de peso, coste, acústica y resistencia ignífuga. Y, una primicia, ahora vamos a desarrollar un sistema constructivo nuevo mediante un proyecto de I+D propio, que ya cuenta con aprobación por parte del MinEco (España) y el MinCyT (Argentina).

¿La Casa por el Tejado es algo así como la respuesta a la tormenta perfecta de la crisis de la construcción?

G.W.: Lo cierto es que el margen para intervenir en los edificios es todavía muy grande. Asumimos en muy corto plazo de tiempo cambios de equipos electrónicos del hogar o las obras de mejora del baño o la cocina. No ocurre lo mismo con la actualización de las instalaciones generales del edificio, la conservación de la fachada o la incorporación de un ascensor. Tendremos una capacidad mayor de actuar si sabemos ver en estas acciones un aumento de calidad de vida como la que puede ofrecer una encimera nueva de un material con muchas prestaciones. Por otro lado, existen una serie de ayudas públicas que no se están agotando en su totalidad y que, por tanto acaban por no ser invertidas en la mejora de los edificios. Aportamos una fórmula que sumando sobreelevación y dinero público puede pagar la rehabilitación energética del edificio, pero nos tenemos que poner de acuerdo para que esto sea así. Y lograr que todos los agentes que intervenimos en un proceso de este tipo, que somos más o menos 100 personas, marchemos coordinados.

¿Existen ejemplos prácticos de sobreelevaciones en otras partes del mundo?

G.W.: Esta pregunta aparece de forma recurrente. Sobreelevación se ha hecho toda la vida, y no somos nosotros ni mucho menos sus inventores. Lo que no hemos encontrado es una empresa que se dedique con recursos propios y colaboradores a completar todo el ciclo, desde la detección de un edificio con posibilidades de crecer hasta la recepción de las llamadas de un copropietario en relación a la gestión de la obra ya realizada. En París, por ejemplo, hay mucha actividad en este campo, incluso impulsada por el propio ayuntamiento, que promueve la sobrelevación para aumentar la cantidad de vivienda disponible e intervenir en la parte ya construida del edificio, combinando la sobreelevación con ayudas públicas para reducir el consumo energético, que allí responde a un clima muy diferente al nuestro. Nuestro gran segundo componente innovador es la fabricación off-site de la sobreelevación, en taller, a medida y molestando lo mínimo en el edificio, con un sistema ligero, acortando plazos y costes. Y el tercer factor diferencial es la constitución de una empresa a partir de la experiencia que intenta crear una demanda propia de proyectos.

¿Cuáles son los retos de futuro de La Casa por el Tejado?

G.W.: En el último capítulo de un libro que estamos ultimando identificamos cinco grandes retos. El primero es ampliar el nivel de exigencia ambiental de nuestros proyectos en la línea que he comentado para que se alineen con las grandes estrategias nacionales e internacionales. Otro reto es conseguir que la sobreelevación llegue a oras áreas de la ciudad, optimizando los costes en función de la escalabilidad de la intervención. Un tercero es el desarrollo de un sistema constructivo nuevo, algo que nos seduce mucho porque afecta a nuestra capacidad creativa. Ahora trabajamos con un sistema constructivo innovador, pero que en un margen de cinco o diez años deberá ser superado de forma que sea más rápido y que optimice el ensamblaje en nuestro centro de montaje. Ya hemos comentado que esto se llevará adelante con un proyecto de I+D propio, que se llama SEMA (Sistema de Edificación Modular Avanzado). Otro reto es llevar la sobreelevación a las áreas dispersas de las ciudades, para redensificar y generar estructura urbana. Otro es aumentar la capacidad de trabajo en red y de compartir el conocimiento. Siempre nos preguntan porqué explicamos tanto de nuestros proyectos. Pues porque pensamos que la competencia supone una ampliación del sector. Nosotros no vamos a intervenir en 2.000 fincas en el Ensanche. Como dice un antiguo proverbio, si quieres ir rápido, ve solo; si quieres ir lejos, ve acompañado.

También tenemos grandes esperanzas en poder volcarnos más en la construcción en madera, incorporarla más en nuestros sistemas constructivos, por razones térmicas, porque es un material aislante, porque es renovable y porque es un digestor de CO2 y por tanto una ayuda contra el cambio climático.

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