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El invento fundamental que estructura el funcionamiento de la Grecia clásica es un concepto capaz de formalizar una estructura de pensamiento, de regular una ciudad, de visualizar el concepto de Democracia. De dinamizar el funcionamiento del pensamiento humano y su culminación: la filosofía. Este invento está en el origen del propio concepto de ciudadanía.

Este invento es el ágora.

El ágora primigenia no es exactamente una plaza. El ágora primigenia es un vacío. Es una reserva de espacio. Es un lugar hecho a través de la actividad de la gente, de sus movimientos reuniéndose y conversando en grupos de extensión variable, a veces más pequeños, a veces más grandes. El ágora es capaz de formalizar a la vez un diálogo, una clase, un debate, un parlamento. Una celebración. El ágora, por tanto, no es una forma (a menudo será un descampado) ni una tipología: es un lugar donde pasan cosas, un lugar de reunión, de creación, de intercambio y de transferencia de conocimiento. Es el Centro Cívico por excelencia.

No es extraño, entonces, que el centro físico del espacio reservado para Barcelona Building Construmat de este año esté formalizado como un vacío: el lugar donde convergerán todas las miradas será un espacio cívico. Será aquel espacio citado de reunión, creación, intercambio y transferencia del conocimiento. El espacio central de BBConstrumat de este año será un ágora.

Lo que hemos entendido hasta ahora como la crisis del sector de la construcción no ha sido exactamente una crisis sectorial. Ha sido una crisis que, centrada en el mundo de la construcción, ha afectado a nuestra percepción de la política y de la cosa pública(1). Ha sido una crisis de la promoción privada y, más importante, ha sido una crisis de la consideración que la ciudadanía tiene del sector de la construcción.

Lo que no nos tiene que hacer olvidar que el sector de la construcción está, admitámoslo, en crisis. En una crisis que ha afectado de manera decisiva a la crisis global (aunque no la ha provocado). En una crisis que, aun siendo evidente, ha sido poco explorada. Cosa que sí va a hacer el presente Construmat.

El contexto

El sector de la construcción es uno de los más antiguos de la humanidad, y es un sector que la ha definido culturalmente desde antes del establecimiento del ser humano en núcleos sedentarios más o menos permanentes: pensemos sino en los monumentos megalíticos.

Y es un sector que, por diversas causas, ha evolucionado poco desde entonces. Aceptémoslo: el sector de la construcción está en una crisis tan profunda que lo ha llevado a un déficit estructural de eficiencia de un 50 a un 60&. Permanente(2). Los datos macroeconómicos no mienten. Actualmente la economía global crece un 2,8% anual. Las empresas de los sectores que han sabido renovarse (comercio, industria de componentes, entre otros) crecen un 3,6% anual de media. El sector de la construcción tan sólo un 1%.

El sector de la construcción, pues, necesita una reforma urgente, profunda y global.

Las causas que han retardado esta renovación son profundas, globales y un tanto deprimentes: básicamente el sector, desestructurado, obsoleto e ineficiente, funciona. Funciona porque tiene que funcionar. Funciona porque es un sector necesario que provee a nuestra civilización de su hardware: viviendas, infraestructuras, lugares de trabajo. Funciona y, funcionando mal que bien, maneja una cantidad ingente de dinero. Astronómica. Una cantidad de dinero que da una inercia al sector importantísima, paquidérmica. El sistema funciona actualmente siguiendo la estabilidad de la bicicleta: funciona porque está activado, funciona porque su equilibrio precario lo mantiene en funcionamiento en un bucle sin fin. Funciona porque se va autoequilibrando. Pero cualquier cambio, sacudida o pequeña injerencia externa puede provocar su caída.

El sector está lastrado por la propia complejidad de su funcionamiento: singularmente por su regulación y por la atomización y los problemas singulares que presenta la estructura de propiedad del suelo donde se asienta. La gestión de esto ha de ser fundamentalmente política tanto a la hora de simplificar, agilizar y actualizar el marco legislativo como, más delicado, a la hora de gestionar la propiedad del suelo y, eventualmente, de lo que se construye o asienta en él.

Esta gran resiliencia del sector, esta dificultad por ser movido ha hecho que éste no se haya renovado todavía. O no con velocidad suficiente. La presencia de la tecnología es circunstancial, motivada por una necesidad de control y adaptación al por mayor. Globalmente el sector no está renovado ni ajustado a su enorme potencial de desarrollo.

Pero la sociedad, tanto por la complejidad creciente de las demandas del sector como por la necesidad de que las economías globales sean cada vez más circulares, limpias y sostenibles en un panorama global donde la humanidad se va desplazando del campo a unas megalópolis cada vez más ubicuas, potentes e inmanejables, demanda un cambio que no puede ser sólo la enésima adaptación que pueda hacer que la bicicleta siga rodando: la sociedad demanda un cambio de paradigma.

Razones para el optimismo

Los sectores renovados de la economía global (comercio, tecnología, entre otros) presentan una característica esperanzadora: la renovación ha sido siempre desde dentro.

Tanto el sector de la construcción globalmente como muchas de las empresas, grandes o pequeñas, que conforman su marco(3) tienen potencial suficiente como para afrontar esta renovación por sí mismas. Ya no digamos lo que puede pasar si combinamos esfuerzos intercambiando opiniones e inteligencia. El potencial que las diversas empresas tienen para renovarse, y que muchas de ellas han empezado ya a usar, es escalable: hay margen y voluntad como para convertirlo en un factor político tanto global como local.

Atención al proceso

La clave para renovar el sector pasa por que este deje de ser finalista. Vigilar, cuidar, monitorizar, proyectar desde el proceso es la clave. El proceso integra agentes. Abarata costos, o los optimiza, lo que viene a ser lo mismo. Acorta plazos y hasta es más ágil y capaz de responder mejor a la demanda. El proceso abarca desde la creación de cualquier producto hasta un componente o un edificio entero. Por descontado el proceso sigue la obra, momento donde hay mucho que decir y hacer.

Este proceso de transformación obliga al uso de la tecnología y la consecuente formación y reciclaje de los agentes implicados. El proceso requiere de transparencia y voluntad de cooperación internacional, así como de mucha investigación, tanto para integrar verticalmente empresas de minería, tratamiento de materiales, transporte y colocación como para el propio cuestionamiento de lo que se ha de usar y lo que no en la construcción. Y, obviamente, de la introducción del reciclaje y el reúso a gran escala.

El uso del BIM, el uso de semicomponentes, la estandarización, son otros factores clave.

Sostenibilidad sin demagogias

La ineficiencia lleva asociado el derroche, y éste empieza a afectar seriamente nuestro medio ambiente. El 50% de los residuos sólidos del planeta están provocados por el sector de la construcción, y más de un 30% del gasto energético. El planteamiento sostenible no puede ser cosmético ni ser afrontado desde proyectos concretos. Tiene que ser global, vertical y político. La sostenibilidad del sector y de los productos e infraestructuras que éste crea son claves para nuestra supervivencia.

Y no ha de ser vista como un simple aditamento: la sostenibilidad tiene un potencial de transformación enorme para nuestro entorno construido: residuos que se transforman en diversos componentes o edificios o capas de edificios al ritmo de una vida útil que se debería de querer cíclica. Reúso y rehabilitación entendidos en un sentido tan amplio que afecte incluso aquellos edificios o trozos de ciudad que han de ser derribados y construidos de nuevo(4). Energías que, después de cumplir una función ejercen otra, y así hasta agotarse (retornos de bombas de calor que calientan o enfrían agua, etcétera). Aguas que salen de los edificios o de las ciudades más limpias de lo que han entrado. Eficiencia que cambia el aspecto de nuestro entorno construido. Sin que la palabra sea “adaptación”: mejor “conveniencia”. O “simbiosis”. O “resonancia”. La reciente concesión del Premio Pritzker a RCR Arquitectes puede ser entendido como un paso en esta dirección.

¿Y los arquitectos?

Me he dejado para el final uno de los factores de distorsión principales del funcionamiento del sector, y es el que atiende más directamente la arquitectura y los arquitectos, una de las artes y de los factores más directamente implicados en el proceso: la complejidad del proyecto.

Idealmente hay un proyecto para cada lugar y para cada cliente. Y nada de lo que se haya dicho anteriormente afecta a esto. La clave radica, de nuevo, en el proceso: en la integración en el proyecto de todos los factores, desde el principio, que lo puedan animar. En la incorporación de las mismas herramientas de gestión antes mencionadas (fundamentalmente BIM), en el uso racional de la tecnología y en un reciclaje constante.

La derivada arquitectónica pasa por el debate competencial: no mantener, sino recuperar y ampliar. Proyectar es, también, integrar todo el proceso verticalmente, incluso fuera de los límites que marca el proyecto. Los arquitectos hemos de recuperar competencias de planeamiento, gestión de estructuras, de materiales, de investigación de componentes aplicados a un proyecto concreto. La gestión política del proyecto también debería de ayudar, teniendo en cuenta que la ley de contratación no permite desarrollar un proyecto y construirlo integrado en todo el proceso.

Punto de encuentro

El ágora es el lugar donde todo esto se construye: un lugar de intercambio de procesos, de discusiones orientadas que permiten que el sector de la construcción se encuentre aquí y ahora, se arremangue y empiece a trabajar decididamente en esta dirección. El networking, las asociaciones de empresas, los clústeres, incluso, cuando ello sea posible, su integración en un equipo de proyecto que pueda licitar un concurso en el mismo equipo de arquitectos, los intercambios de opinión sobre los procesos de investigación o, simplemente, los debates de intercambio de experiencias o las demostraciones de producto son un factor que conducirá el próximo salón Barcelona Building Construmat.

El centro vacío se irá llenando constantemente de actividades, debates y conferencias que permitan convertir el evento en este centro de transferencia de conocimiento, en este lugar donde seguir tejiendo alianzas que todos necesitamos. El resultado sólo puede ser positivo.

(1) De la res pública: de la república, en suma, si nos agarramos a la literalidad de las palabras.

(2) Como se desprende de la lectura atenta de dos informes diferentes: el entregado por el McKinsey Global Institute hace unos días, realizado por ocho expertos independientes de seis países diferentes, y un informe del World Economic Forum de finales del año pasado realizado con la consultoría de 19 empresas líderes del sector y de 20 expertos diferentes provenientes de todos los subsectores del sector: académico, consultivo, ejecutivo y empresarial.

(3) El panorama más atomizado que cualquier sector tenga en la economía global, por cierto: otro factor de desestabilización.

(4) Un ejemplo: la iglesia de Ronchamp, de Le Corbusier, puede ser entendida como una rehabilitación, o un reuso, de la iglesia que, erigida en el mismo lugar, quedó destruida por la Segunda Guerra Mundial. El arquitecto construyó su famosísima obra con los residuos de la anterior, sin quitar un solo kilo de ruina del solar.

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